El Sacramento de la Unción de los Enfermos da fuerza y apoyo y puede administrarse a cualquier persona que esté luchando con una enfermedad.
En la Iglesia Católica, la Extremaunción o Últimos Ritos es la unción en el momento de la muerte. Desde el Concilio Vaticano II, este sacramento ahora se llama Unción de los Enfermos y se ha ampliado para ofrecer sanación y consuelo en momentos de enfermedad que pueden no conducir a una muerte inmediata. Hablando sobre una implementación más amplia de este sacramento, el Papa Pablo VI abogó por "una disponibilidad más amplia del sacramento y por extenderlo, dentro de límites razonables, incluso más allá de los casos de enfermedad mortal".
A diferencia de la concepción tradicional de los últimos ritos, el sacramento de la Unción de los enfermos debe administrarse, idealmente, en una celebración comunitaria.
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que cuando se unge a los enfermos, éstos deben ser «ayudados por el pastor y por toda la comunidad eclesial, que está invitada a rodear de modo especial a los enfermos con sus oraciones y su atención fraterna» (1516). «Como todos los sacramentos, la Unción de los enfermos es una celebración litúrgica y comunitaria… Es muy conveniente celebrarla dentro de la Eucaristía» (1517).
La sanación que se produce en este sacramento de la unción no es necesariamente una sanación física. Aunque creemos que la sanación física puede producirse mediante el gran poder de Dios, la gracia que se infunde mediante este sacramento especial es el recordatorio de la presencia eterna de Dios en nuestro sufrimiento humano.
Cuando el sacerdote bendice el óleo de la unción, pide a Dios que "envíe el poder de tu Espíritu Santo, el Consolador, sobre este precioso óleo. Haz que este óleo sea un remedio para todos los ungidos con él; cúralos en el cuerpo, en el alma y en el espíritu, y líbralos de toda aflicción" (Pastoral de los enfermos, #123).
«La celebración de la Unción de los enfermos consiste esencialmente en la unción de la frente y de las manos del enfermo (en el rito romano) o de otras partes del cuerpo (en el rito oriental), unción acompañada por la oración litúrgica del celebrante pidiendo la gracia especial de este sacramento» (CEC 1531).